Un amigo planifica su boda para dentro de
unos días. ¿Fue una decisión apresurada? Por supuesto. ¿Embarazó a su novia o
se metió en un lío con la familia? No. Aunque llevan años de noviazgo, no
habían tocado el tema porque están culminando los estudios universitarios. Sin embargo,
sucedió otra emergencia: Uno de los dos tiene que irse del país.
El elemento que caracteriza al amor es
esa sensación de no poder estar lejos del ser amado. Una emoción intensa, que
en la lejanía podría volverse amarga. El deseo por estar juntos, del contacto y
de las caricias y los besos, es lo que inicia una relación. Él o ella solo
quieren estar allí, con el otro, lo/la buscan, conformándose incluso a estar,
aunque sea, dentro de la misma habitación. Pero en Venezuela tenemos una crisis,
y hay una frase lapidaria que ahora la entiendo más que nunca: Amor con hambre
no dura.
Mi amigo no aguanta más. Trabaja en las
tardes en un taller mecánico, pero ya nadie manda a arreglar su vehículo. Los repuestos
son importados y se pagan en dólares, y un dólar en Venezuela cuesta más que un
sueldo mínimo mensual. Su salario diario no le alcanza ni para comprarse un
desayuno bien resuelto en la calle, se lo consume el transporte público y adquiriendo
algunas “cositas” para comer. Su universidad trabaja a media máquina, varios
profesores se han ido, así como muchos de sus compañeros de clase. No hay
insumos para prácticas, la mitad de las aulas están sin energía eléctrica, los
baños sin agua y los comedores cerrados. La intención de terminar los estudios dejó
de ser importante, él solo se preocupa por comer.
¡Me tengo que ir! Es su alegato diario. Su
madre es enferma crónica y desde hace meses no ha seguido su tratamiento como
es debido, ya que, o no consigue las medicinas o su precio es exorbitante. A su
padre lo enterraron antes de Navidad gracias a la solidaridad de los vecinos,
porque pagar un entierro es imposible; hoy día dejan los cuerpos frente a las
Alcaldías para obligar al gobierno local a cancelar los gastos fúnebres, transformando
el dolor por la pérdida de un ser querido en angustia. Su hermanito de diez
años sufre anemia por mala alimentación, faltando poco para caer en
desnutrición, y él no tiene los recursos para ayudarlo. ¡Me tengo que ir!
Repite cada día, y todos a su alrededor lo apoyan.
Incluso su novia, que lo ama más que a la
vida misma. ¿Cuál es tu plan? ¿Cuándo te vas? Son las preguntas constantes de
la chica. Por eso un fin de semana él decide asumir el reto. El domingo lo
hablan y sacan sus cuentas, y el lunes lo anuncian y comienzan a planificar. El
martes compran lo necesario, todo muy medido, y el miércoles y jueves lo
dedican a la organización, a compartir un poco con los amigos y a darse los
besos que nunca se dieron. El viernes es la boda, muy sencilla y privada, por
el civil, nada de iglesia porque no hay dinero para cortejos ni anillos. Ni siquiera
invitaron a todos los familiares y el que viene tendrá que colaborar. El fin
de semana siguiente es la luna de miel, en casa también, con amigos y
familiares, despidiéndose, porque el lunes él se va. Solo él.
Ya tiene todo listo, la maleta con las
cosas más necesarias, nada llamativo ni muy valioso, porque se lo pueden robar
en el camino, y el dinero adicional para pagar “vacunas” en las alcabalas, que
son muchas. Se va por tierra, en autobús, ahorrándose el caché de pasar por el
puerto de embarque de un aeropuerto. Ahora en mi ciudad se han creado “terminales
provisorios” donde salen buses que te llevan a la frontera. No tienes que ir
muy lejos si pretendes salir por Colombia o Brasil, esos terminales cada vez
están más cerca de tu casa, esperándote.
Él se va solo para ahorrar gastos de traslado
y estadía, y poder concentrarse en trabajar mucho para enviar dinero a casa y
medicinas. Ella podría seguirlo después, cuando él esté asentado y con dinero
suficiente para subsistir los dos en una tierra desconocida. O espera a que regrese
cuando la tragedia pase, las universidades se reactiven y el sueldo sea
equitativo al costo alimentario. Cuando los campos reverdezcan de nuevo y las
fábricas funcionen otra vez. Cuando veamos las carreteras llenas de camiones repletos
de alimentos, realizando sus rutas de distribución sin el miedo a ser saqueados.
¿Por qué se casa? Porque no quiere perder
las esperanzas, porque ya mataron sus sueños y aspiraciones y no desea que le
maten el amor. Porque no quiere perder más de lo que ya ha perdido, teniendo al
menos una ganancia en la vida, algo que lo ayude a conservar la ilusión.
Quizás él vuelva algún día, o quizás ella
se vaya antes. Amanecerá y veremos.
Amándose hasta los huesos, con una vida llena de planes y el futuro incierto, así están las parejas venezolanas, solo pedimos que nos volvamos a ver antes de que las arrugas inunden nuestras caras...
ResponderEliminarAmén, amiga. Que así sea. Gracias por leer y comentar.
EliminarQue bonito me ha encantado. Es tan poética la tristeza...
ResponderEliminarCierto, lastima que son trozos de vidas reales... Gracias por pasarte por aquí.
EliminarQué terrible la situación que viven. Aquí en mi ciudad (Lima) hay una gran cantidad de inmigrantes compatriotas tuyos; los veo a diario vendiendo productos en las calles o trabajando en algún local, ¡hacen de todo! Y pensar que cada uno podría tener una historia tremenda a cuestas...
ResponderEliminarSaludos desde Perú.
De verdad que si me ha llamado la atención esto de casarse para irse. No se si sea buena idea para todas las parejas, porque mudarse a otro país ya implica bastantes situaciones estresantes para agregarle a un matrimonio recién comenzando. Pero claro, esto se trata de sobrevivir y si un matrimonio nos trae mas estabilidad y felicidad, ¿por que no?. Para muchos sera un error, pero para otros sera simplemente adelantar algo que ya estaba en los planes.
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