Historias de Amor: Virginia Clemm y Edgar A. Poe



Edgar A. Poe es considerado uno de los autores más destacados, pero a la vez, más trágicos de la literatura. El crítico Harold Bloom lo ubica al mismo nivel de William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Lo llaman el “maestro del relato corto”, y según T.S. Eliot, su poesía tenía “la magia del verso exacto”. Era exitoso, pero contaba con un especial sentido de la autodestrucción, que nunca le permitió sentirse satisfecho con lo que alcanzaba, y lo empujaba a perder todo lo que tenía hasta quedar en la miseria. Su adicción al alcohol y a los estimulantes en ocasiones lo cegaban.

Según muchas de sus biografías, su único y gran amor lo encontró en Virginia Clemm, una joven que además, era su prima. La conoció en 1829, cuando ambas familias tuvieron que vivir juntas. Ella tenía siete años, y él veinte. La chica idolatraba al joven, hasta el punto de servirle como mensajera con una de sus vecinas, con quien Poe tuvo un romance fugaz. La niña llegó a robarle un mechón de cabello a la chica para entregárselo a Poe como trofeo. Sus biógrafos sostienen que al escritor solía gustarle la vivacidad infantil de Virginia y su alegría, que muchas veces compensaba su mentalidad de niña debido a una afección que tuvo a los doce años, y que impidió su desarrollo cerebral. También admiraba su belleza, su cabellera abundante y sus grandes ojos oscuros.

En 1835 él tuvo que mudarse al conseguir empleo en Richmond, pero se fue con la idea de casarse con Virginia, quien para esa época había quedado casi huérfana al perder a su padre y hermanos. En esa época Poe tenía veintiséis años y la chica trece. Uno de sus primos, para evitar un matrimonio prematuro, decidió adoptarla y llevársela lejos, pero Poe, en su desesperación, solicitó la intervención de una de sus tías y le escribió una emotiva carta que lo ayudó a impedir que alejaran a la niña de su lado:


«Las lágrimas me ciegan mientras le escribo esta carta y no deseo vivir ni una hora más. (…) Mi peor enemigo me tendría lástima si pudiera leer mi corazón. Mi último asidero en la vida, el último de todos, se me escapa. No tengo ningún deseo de vivir y no viviré. Pero he de cumplir mi deber. Amo, usted lo sabe, amo a Virginia apasionadamente, devotamente».

En 1836 se casaron, después de falsificar la fecha de nacimiento de ella para que apareciera como una joven de veintiún años y no de trece. Sus biógrafos aseguran de que Poe y Virginia fueron una pareja feliz. Él amaba la ternura de ella, y ella lo adoraba como a un dios. La chica solía sentarse cerca del poeta cuando este escribía, y mantenía sus papeles y útiles en perfecto orden. A los veintitrés años (en esa fecha ya se conocía que ella sufría de Tuberculosis) Virginia se animó a escribirle un breve poema a su marido, fechado en el día de San Valentín de 1846.


Deseo vagar siempre contigo,
queridísimo, mi vida es tuya.
Dame una cabaña por hogar
cubierta de una espesa enredadera,
lejos del mundo con sus pecados y sus preocupaciones
y del cotilleo de muchas lenguas.
Solo el amor nos guiará cuando estemos allí,
el amor curará mis débiles pulmones;
qué tranquilas horas disfrutaremos
sin cuidarnos de los demás,
en perfecta calma gozaremos,
apartados del mundo y sus reclamos.
Siempre tranquilos y felices viviremos.

Hubo un apasionado debate en torno a lo inusual de este matrimonio, dadas la diferencia de edad y la relación de consanguinidad existentes entre los esposos. Hay quienes aseguran que la pareja nunca consumó el matrimonio, que Poe no gustaba de las mujeres y que el cariño por su esposa era algo fraternal. Sin embargo, amigos y allegados recuerdan en sus cartas el especial amor que existía en la pareja. George Rex Graham, quien una vez fue su jefe, en una ocasión escribió: «Su amor por su esposa fue una especie de adoración extática al espíritu de la belleza». El mismo Poe confirmó dicha aseveración a través de un escrito a un amigo:


«A nadie entre los seres vivientes veo tan hermoso como a mi mujercita».

No obstante, no todo fue color de rosa para la pareja. En 1845 se desató un escándalo por unos supuestos amoríos que Poe tenía con las poetisas Frances Sargent Osgood y Elizabeth F. Ellet, la primera era casada y la segunda tan vengativa que al descubrir una supuesta misiva de Osgood para Poe hizo una algarabía por los celos que llegó a oídos del público. La refriega incluso, terminó en pelea, dejó trastornado a Poe y afectó mucho a Virginia; más aún porque la joven recibía cartas anónimas que relataban las supuestas indiscreciones de su marido. Algunos se atrevieron a decir que todo fue por culpa de Elizabeth F. Ellet.

Pasado aquel incidente la vida de la pareja se centró en la sobrevivencia. Lucharon no solo por salir adelante económicamente, sino para enfrentar la terrible enfermedad de Virginia. En una carta a su amigo John Henry Ingram, Poe describió su estado de ánimo de entonces:


«Cada vez yo sentía todas las agonías de su muerte, y en cada avance de mi trastorno la amaba con más intensidad y me aferraba a su vida con más desesperada pertinacia. Pero soy por constitución sensible, nervioso en un grado muy poco frecuente. Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura».

A comienzos de 1846, la amiga de la familia Elizabeth Oakes Smith informaba que Virginia admitía: «Sé que moriré pronto; sé que no me pondré bien; pero quiero ser tan feliz como sea posible, y hacer feliz a Edgar». La chica prometió a su marido que después de su muerte se convertiría en su ángel de la guarda.

Tiempo después, se trasladaron a una pequeña casa de campo en Fordham, en la época en que Poe perdió la dirección del Broadway Journal. A pesar de la pena, el autor declaró en una misiva a su esposa enferma:


«Debería haberme desanimado, pero no lo hago por ti, mi querida mujercita; tú eres ahora mi mayor y único estímulo para enfrentarme a esta desagradable, insatisfactoria e ingrata vida».

A finales de 1846 no solo la salud de Virginia había llegado a su fase más crítica, sino también, las finanzas de la pareja. Vivían en la miseria, hasta el punto de que, al enterarse los amigos y editores de Poe, hicieron pública la situación en los diarios para solicitar ayuda. El Saturday Evening Post afirmaba: «Se ha dicho que Edgar A. Poe está postrado con fiebre cerebral, y que su esposa se encuentra en las últimas etapas de la tuberculosis. Se encuentran sin dinero y sin amigos». Gracias a esos mensajes recibieron un poco de ayuda para atravesar aquel fatal momento.

La muerte de Virginia significó un duro golpe para Poe. Él rechazó ver a su esposa muerta en el féretro, asegurando que prefería guardar en su memoria su rostro lleno de vida. Sin embargo, como no tenía imágenes de Virginia que le quedaran de recuerdo, mandó a hacer una apresurada acuarela. El artista encargado tuvo que utilizar el cadáver como modelo.


Poe quedó sumido en la tristeza y volvió a sumergirse en el alcohol. Sus amigos, en sus cartas, expresaban: «La pérdida de su esposa fue un duro golpe para él. Tras su muerte, no parecía importarle vivir una hora, un día, una semana o un año; ella era todo para él». Los que se referían a Virginia alegaban que era: «una esposa a la que amaba como ningún hombre había amado antes». Poe intentó rehacer su vida, y cortejó a otras mujeres, pero nunca logró nada con alguna. Frances Sargent Osgood, con quien vivió el escándalo de 1845, también fue una de las cortejadas. Sin embargo, ella misma exponía: «[Virginia] fue la única mujer a la que él alguna vez amó».

Su obra también se vio afectada por esa pérdida. En Annabel Lee, Poe menciona la trágica muerte de una doncella y el dolor de su amante. En Ulalume también reside un homenaje a Virginia, al igual que en Lenore y en El cuervo (The Raven), donde un espectro demoníaco tortura a un hombre con aquel implacable "Nunca más", sentencia que deja un sabor a irreversible. El cuento Eleonora narra la historia de un hombre a punto de contraer matrimonio con su prima; La caja oblonga (The Oblong Box), expone el lamento de un hombre tras la muerte de su esposa mientras lleva su cadáver en un barco; Ligeia, detalla los estragos de una dilatada enfermedad en el cuerpo y el rostro de una joven hermosa. Así como en muchos otros.

Chauncey Burr, gran amigo del escrito, una vez confesó: «Muchas veces, tras la muerte de su amada esposa, fue visto en una medianoche de invierno, sentado junto a su tumba, casi helado en la nieve». Algunos biógrafos aseguran que la gente solía verlo vagando en torno a la tumba de Virginia, ebrio, lunático y totalmente fuera de sí.

Gustavo Martinelli en un artículo para La Gaceta expone: “Dos años después el poeta murió en circunstancias poco claras, abandonado, solo, y hundido en la pobreza más abyecta. Hasta hoy, su muerte sigue siendo uno de los misterios más insondables de la historia de la Literatura.  Algunos sostienen que fue objeto de un secuestro, otros, que fue asesinado. Sin embargo, cuatro días antes de su muerte, el 3 de octubre, Poe fue encontrado en las calles de Baltimore, en un estado delirante y  luciendo harapos. Según Joseph Walker, la persona que lo encontró, el escritor estaba “muy angustiado, y necesitado de ayuda inmediata”. Fue llevado al hospital universitario de Washington, donde murió el domingo 7 de octubre de 1849. En ningún momento tuvo la lucidez necesaria para explicar de forma coherente cómo había llegado a dicho estado”.

Poe y Virginia fueron enterrados en cementerios diferentes. El mismo año del entierro de Poe el cementerio donde yacía Virginia fue destruido, y sus huesos olvidados. En 1883 uno de los primeros biógrafos de Poe, William Gill, logró rescatarlos antes de que fueran tirados a la basura por no haber sido reclamados y los guardó en una caja bajo su cama. Su historia salió publicada en un artículo en el Boston Herald, los lectores de aquel artículo reunieron fondos para comprar un pequeño cofre de plata y oro, donde se ubicaron los restos de Virginia, que posteriormente fueron enterrados junto a la tumba del poeta.

Como ven, es una historia larga y trágica, pero marcada siempre por el amor. Espero les haya gustado tanto como a mí.

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