DIME QUE TODO ESTARÁ BIEN. Capítulo 3 (Parte 2)




Capítulo 3 (Parte 2)

Él le indicó con la cabeza que lo siguiera y avanzaron en silencio hasta el estacionamiento. Subieron a la camioneta y anduvieron algunas calles hasta cruzar el puente de hierro y salir del pueblo.
A más de dos kilómetros de distancia dejó la carretera para sumergirse por un camino de tierra en dirección al bosque. El corazón de Julie martilleó con intensidad en su pecho y se arrepintió de haberlo acompañado. No lo conocía de nada y no sabía cuáles eran sus intenciones al llevarla a ese paraje tan solitario.
Llegaron a un descampado junto al río donde había algunos bancos y mesas de cemento. En uno de ellos se hallaba una mujer leyendo mientras dos niñas lanzaban piedras al agua. A varios metros de distancia podía divisarse el largo muelle, donde unos pocos pescadores se afanaban por descargar lo que tenían en sus lanchas para llevarlo a unas bodegas asentadas frente al embarcadero. La presencia de otras personas le produjo una agradable sensación de alivio.
—¿Pensabas que te llevaría a un lugar solitario donde pudiera aprovecharme de ti? —La pregunta del chico la tomó desprevenida. Por instinto borró la sonrisa que sin darse cuenta había dibujado en sus labios al confirmar que no estaban solos. Él estacionó cerca del muelle, apagó el motor y la observó con dureza—. No debes ser tan confiada, Julie. Ni siquiera preguntaste a dónde íbamos. Los verdaderos monstruos se esconden tras una apariencia amigable. Debiste haber aprendido esa lección —dijo irritado antes de bajar de la camioneta.
Ella empalideció mientras lo miraba con una mezcla de confusión y rabia. Pensó que era imposible que él supiera algo de las desgracias que habían marcado su vida en Nueva Jersey, diferentes a la detención de su madre, pero enseguida recordó que quizás aquel último comentario lo había dicho por el tema de Dominic Anderson. Eso la calmó.
Estrechó los ojos e intentó ver más de él. Quería descubrir qué se hallaba bajo ese rostro altanero e intimidante. ¿Un ángel? ¿O tal vez, un demonio?
Mientras Dylan conversaba con uno de los pescadores, ella se acercó al río y admiró el agua cristalina. Una alfombra de diminutas piedras de colores servía de fondo y peces delgados corrían contra la corriente en busca de algún manjar.
Respiró hondo para absorber el aire puro y alzó la vista hacia los sauces que bordeaban el lado contrario, con sus hojas colgando de las ramas como si fueran lágrimas de melancolía. La brisa los mecía con suavidad antes de rodearla regalándole una sensación de frescura. Aquel era un ambiente calmado, donde solo retumbaban las conversaciones bajas de los hombres en la distancia y las risas de las dos niñas.
Sin quererlo, Julie fue adsorbida por esa paz que la sumergió en recuerdos. Pensó en su madre, que en ese momento debía estar tan sola como ella y tras las rejas de una cárcel, purgaba los errores que le habían dejado sus caprichos. Aunque Margaret nunca había sido una mujer ejemplar, siempre estuvo a su lado. La animaba a sonreír cuando los inconvenientes arreciaban y a disfrutar de los exquisitos placeres que se escondían tras una actitud sencilla y descomplicada, como comer con las manos o aventurarse a romper la rutina haciendo alguna locura repentina.
Rememoró también su vida en Nueva Jersey, pero la sintió vacía. Nunca pudo considerar ninguno de sus lugares como propio porque se mudaban muy seguido, escasos recuerdos atesoraba de cada uno. Sus últimos meses los pasó en la ciudad, en un barrio de gente acomodada frente a la bahía, donde le fue difícil hacer amigos. Los que se atrevió a imaginar como tal la ignoraron cuando ella tropezó con una piedra muy grande que derrumbó sus sueños y aspiraciones y quienes la juzgaron luego del escándalo con su madre.
Sí, eso que decía Dylan, que era muy confiada siendo incapaz de reconocer en los rostros amigables a verdaderos monstruos, era una afirmación válida. Esa realidad debía cambiarla, o seguiría hundida en una espiral de depresiones y miedos.
—¿Aprendes a camuflarte?
Dylan interrumpió la apreciación que ella hacía de la naturaleza y su paseo por los recuerdos.
—¿De qué hablas?
—El paisaje. —Él le señaló el otro lado del río—. Apuesto a que no notaste las tuberías y el cobertizo destruido tras los sauces —señaló con desinterés. Julie amplió sus ojos al descubrir los elementos que él mencionaba, realmente no los había visto por estar pendiente de la vegetación y de sus movimientos—. Es fascinante como la naturaleza puede esconder la basura y distraer tu atención.
Ella reflexionó sobre lo que le decía.
—¿Un camuflaje? —preguntó y lo miró con atención. Procuraba ver más allá, pero él se lo impedía. Mantenía su atención en los árboles con una sonrisa cínica en el rostro que le servía de disfraz.
—¿No te parece interesante? Es un arte.
Por un instante estuvieron en silencio mientras ella lo evaluaba, pero la llamada del pescador le impidió que pudiera memorizar su fisonomía. Él fue hasta el muelle para recibir un paquete que le facilitaban, sin percatarse de que Julie seguía cada uno de sus pasos.
La chica deseo tener el poder de verlo sin esas capas de camuflaje que él mantenía a su alrededor, y sin su ropa. Pensó que sería muy atractivo bajo toda esa tela, los movimientos que hacían los músculos de su espalda y brazos la tenían embobada.
Luego de colocar el paquete en la parte trasera de la camioneta, Dylan se giró hacia ella para indicarle que era momento de irse. Al descubrirla mirándolo con intensidad no pudo evitar que algo en su interior crujiera. Se quedó inmóvil, regresándole el gesto, detallaba con interés ese cuerpo al que ella sabía sacarle partido. Siguió su apreciación a pesar de que la chica se mostró inquieta por su escrutinio y le dio la espalda para fingir que admiraba la vegetación. Esa actitud le gustó y lo hizo sonreír con sinceridad. Odiaba las cosas fáciles, no había nada más placentero que luchar por lo que se deseaba.
Subió a la camioneta y la llamó para que hiciera lo mismo, debían regresar al pueblo. Al llegar a la casa de su tía, William salió a recibirlos con un semblante preocupado en el rostro.
—Dylan —saludó al chico y trató de disimular la severidad que comenzaba a invadir sus facciones.
Estaba molesto, ambos pudieron notarlo, así como su esfuerzo por ocultarlo.
—Vine a hacerte una consulta sobre el pescado que me pediste que te comprara, pero solo encontré a Julie, así que la invité al muelle para que se distrajera luego del problema que hubo en la escuela.
El hombre alivió el semblante y hasta mostró una sonrisa tímida, algo avergonzada. Se acomodó los lentes en el rostro sintiéndose culpable por haber desconfiado de ellos después de lo ocurrido en el instituto. Julie, en cambio, endureció las facciones y le dirigió al joven una mirada molesta. No le gustaba que mintieran por ella.
Dylan sacó el paquete que estaba en la parte trasera de la camioneta.
—Gracias —dijo William al recibirlo—. Me gusta que socialices, pero Margot se molestó al no encontrarla en casa.
—Lo siento —se excusó Julie—. Debí dejar una nota.
—Fue mi culpa —agregó Dylan—. El pescador me había pasado un mensaje. Si no llegaba a tiempo, los dejaría sin cena.
Julie apretó la mandíbula y se cruzó de brazos esperando que él comprendiera que no deseaba que engañara más al hombre, pero Dylan lo que hizo fue ampliar la sonrisa mientras William subía las escaleras del pórtico.
—Para la próxima seamos más precavidos —pidió antes de girarse hacia ellos—, sobre todo, en días como el de hoy —pronunció con pena para luego seguir su camino.
Dylan y Julie quedaron en silencio un instante. Ambos recordaron la violenta escena en el estacionamiento.
—No tenías que haber mentido para cubrirme —dijo ella y lo encaró al fin.
Él alzó los hombros con indiferencia.
—Sin esa excusa, Margot se enfadará aún más —comentó y se aproximó para intimidarla—. No le digas nada del hospital —apuntó y le dirigió miles de advertencias a través de sus ojos—. Si se entera que intentaste visitar a Dominic, pensará que eres imprudente, como tu madre.
Sus últimas palabras lastimaron a Julie, ya que fueron una cruel acusación. Le produjeron vergüenza, porque sabía que eran ciertas. Su tía no confiaba en ella. Nadie lo hacía. Todos la juzgaban por lo que había hecho su madre y por los errores que ella misma había cometido. Sin embargo, escucharlo de boca de otro le causó un fuerte dolor.
Tragó grueso y se mordió los labios para controlar la ira que la embargó.
—Tal vez por el tema de la visita a Dominic, ella se decepcionará de mí, pero, ¿ocurrirá lo mismo con William cuando se entere que olvidas tu medicina en casa? Apuesto a que eso es lo que realmente quieres que oculte.
El chico se tensó y la piel de su rostro se coloró por la rabia. Sin embargo, se esforzó por mostrar una sonrisa arrogante que lo hizo más atractivo.
—Estamos unidos por secretos. Nuestra relación comienza a fortalecerse, ¿no lo crees?
Ella solo lo observó con severidad mientras él retrocedía sin quitarle la vista de encima. Se retaban, para dejar en claro sus posturas.
Dylan llegó a la camioneta y en seguida puso el motor en marcha. Lanzó una última advertencia hacia la chica antes de irse. Solo una estela de polvo quedó tras su partida.





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2 comentarios:

  1. Pues tiene muy buena pinta el capítulo. Me quedo de seguidora y te invito a que te pases por mi blog si te apetece.
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por leerme, Rocío, y claro que me gustaría seguirte. ¿Cuál es tu blog?

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