DIME QUE TODO ESTARÁ BIEN. Capítulo 3 (Parte 1)




Capítulo 3

Formó parte de su primera pelea el primer día de clases en Rayville y pasó su primera tarde detenida en una estación de policía siendo considerada una agresora. El futuro de Julie en aquel pueblo no podía pintarse de forma más fatídica.
Las comisarías no le eran sitios desconocidos, había pasado mucho tiempo en ellas durante sus últimos días en Nueva Jersey, luego de que detuvieran a su madre, ya fuera mientras realizaban averiguaciones o esperando a que alguien se hiciera cargo de la menor de edad. Por eso supo ser paciente al estar en aquel lugar. Sabía que los oficiales se regían por cierta burocracia y hasta que no culminaran todos los trámites no podrían dejarla salir de allí.
Lo que la sorprendió fue el buen estado de la edificación, la modernidad con la que trabajaban y la rapidez con la que se resolvían ciertos casos. Con simples llamadas telefónicas solucionaban todo, como en las películas de gánster. Ni en Nueva Jersey ella había visto tanta eficacia. Por lo visto, el pueblo de Rayville contaba con buenos profesionales, o tenían un secreto bien guardado tras las puertas de las oficinas.
William no la abandonó, así como otros profesores del instituto, ya que además, Dylan también estaba detenido, aunque ella no comprendía las razones. Él no había participado en la pelea, solo la defendió cuando uno de los amigos de Blender pretendió atacarla, pero igual lo habían llevado hasta allí por averiguaciones.
Cuando al fin le permitieron marcharse, quiso preguntarle a William por el chico, pero su tía Margot estaba bastante ofuscada y no hacía otra cosa que relatarle cientos de reglas que debía seguir de ahora en adelante para no hacer incómoda su estadía en Rayville.
Desde que la mujer había llegado a la comisaría se notaba alterada, se quejaba por la pesada carga que le habían impuesto al obligarla hacerse cargo de su sobrina. William discutía con ella para exigirle que no hablara de esa manera delante de Julie, pero eso lo que hacía era empeorar la situación. La joven se encogió en la parte trasera del auto mientras retumbaban los gritos de «¡todo esto es culpa tuya!», «¡no soporto más esta situación!» y «¡ya estoy rozando mi límite!».
Al llegar a casa, Julie se encerró en su habitación para controlar las lágrimas de rabia y frustración mientras afuera seguía sucediéndose el debate, hasta que de pronto todo se silenció cuando oyó que la puerta de la entrada se cerraba con un golpe.
El corazón le latió con ansiedad. ¿Qué ocurriría si a su tía le daba por irse y abandonarla? ¿Qué sería de su vida? Se mantuvo en silencio hasta que minutos después tocaron a su puerta con suavidad. Abrió y encontró a William con postura derrotada apoyando medio cuerpo en el marco.
—Iré a buscar a Terry a la casa de la niñera que lo cuida en las tardes, luego debo pasar por el instituto ya que dejé mis cosas por acompañarte a la comisaría. Margot regresó a su trabajo porque tiene asuntos pendientes que resolver. ¿Estarás bien si te quedas una hora sola en casa?
Ella asintió y bajó el rostro al suelo.
—Espero perdones a Margot por lo que dijo en la comisaría y en el auto —continuó él—. Tú no eres una carga, eres bien recibida en esta casa. Ella ha estado algo estresada por asuntos laborales.
Julie no supo qué responderle, ni siquiera era capaz de mantenerle la mirada. Sentía por ese hombre admiración y vergüenza al mismo tiempo, había descubierto que era una persona amable y atenta, pero era evidente que llevaba un peso muy pesado sobre los hombros. Su habitual rostro preocupado, cansado o acongojado lo evidenciaba. Cuando lo escuchaba hablar, ella podía suponer que era un sujeto divertido e inteligente, sin embargo, los problemas con su tía lo agobiaban y amargaban su semblante.
Él intentó sonreír obligándola a ella a tratar de imitarlo, luego le alborotó los cabellos y se marchó. Al quedar sola, Julie fue atacada por una creciente sensación de ansiedad. No entendía lo que había ocurrido en el estacionamiento de la escuela, pero era evidente que todo aquello se debía a una lucha entre el más fuerte contra el más débil.
Recordó a Dominic Anderson y su figura ensangrentada y derribada en el suelo, ante la vista de todos, como si estuviera servido en bandeja de plata para las burlas y los chismes. Uno solo era el que sufría, uno el que sentía dolor mientras el resto deleitaba su morbo y almacenaba en su memoria, o en la de sus móviles, la anécdota para luego entretenerse.
La rabia le bulló en las venas. Sintió necesidad por saber de Dominic, de la suerte que había corrido el chico, pues en la comisaría notó que todos, incluso William, evitaban hablar de él.
Se levantó enseguida y salió al exterior. Pensó que no sería difícil ir al hospital ya que Rayville solo contaba con una escuela y con una comisaría. De seguro tendría una sola sala de emergencias y llegar a ella no sería engorroso.
Tenía estipulado hacer rápido sus averiguaciones y regresar a casa antes de que lo hiciera su tía o William.
Cuando logró encontrar el hospital, se sorprendió por lo grande y moderno que era. Imaginó algo más chico y pueblerino. En la recepción le informaron donde estaba internado Dominic Anderson, así que buscó los ascensores para ir a la segunda planta, faltaban veinte minutos para que terminara la hora de las visitas.
Se detuvo en seco al encontrar a la porrista morena parada frente a los ascensores, hablaba con la «rubia de bote» que lideraba el grupo y que en ese momento parecía retarla. Tal vez Blender también estaba siendo atendido en aquel lugar. Debía evitarlos.
Se fue por las escaleras, sin embargo, no pudo entrar al cuarto. La puerta estaba entornada y por una rendija ella pudo ver que dentro se encontraban dos oficiales y una mujer baja y gorda que quizás fuera un familiar. A él no pudo verlo. Por la abertura solo alcanzó a apreciar una esquina de la cama.
Eso la irritó, pero, aunque deseaba conocer el estado del joven, no se atrevía a interrumpir. No lo conocía de nada, solo llegaron a saludarse al inicio de la jornada de clases y ni siquiera eran amigos. ¿Con qué excusa lo abordaría?
En medio de un suspiro dio media vuelta para salir de allí igualmente por las escaleras, con la cabeza gacha. Al estar abajo tuvo que atravesar un pasillo donde se hallaban varios consultorios para llegar a la recepción, pero, antes de alcanzarla, una puerta se abrió dejando salir de su interior a Dylan Hackett.
Ambos quedaron inmóviles y se observaron con asombro.
—No vuelvas a olvidar la medicina en casa, Dylan, o tendrás de nuevo problemas con la policía. Yo mismo le entregaré el informe al comisario de tu estabilidad mental para librarte de represalias. —Julie retrocedió hasta pegarse a la pared frente al consultorio de psiquiatría, al ver salir a un doctor tras el chico y palmearle un hombro como despedida—. Sin tu medicina volverán a detenerte imaginando que eres un sospechoso. Tu pasado te precede.
Dylan apretó la mandíbula con enfado y se giró hacia el hombre para estrechar su mano.
—Gracias —fue lo único que dijo antes de tomar el camino hacia la recepción.
Julie se quedó allí mientras el doctor volvía al consultorio, miró desconcertada como el chico se marchaba sin decirle una sola palabra. Corrió tras él.
—¡Espera! —pidió al estar cerca, pero el joven no se detuvo, así que fue necesario apurarse un poco más para impedirle el avance—. ¿Por qué estás molesto?
Dylan se paró y se mostró furioso.
—¿Qué haces aquí? ¿Buscas algún chisme que te entretenga?
A pesar de que Julie se sintió intimidada por la rudeza que expelían sus ojos, no retrocedió. Le enfadó su actitud grosera.
—Vine para saber de Dominic —respondió con insolencia.
Dylan arrugó el ceño, lo desconcertó aquella respuesta. Se irguió y la miró con mayor atención.
—¿Hablaste con él?
Ella bajó el rostro, apenada.
—No. La policía está en su habitación.
Dylan respiró hondo y lanzó una ojeada hacia la recepción. Parecía buscar a alguien.
—¿Y William?
La chica alzó los hombros.
—Creo que fue por Terry.
Él la repasó de pies a cabeza con una diminuta sonrisa dibujada en los labios.
—No saben que estás aquí, ¿cierto?
Julie empalideció y negó con la cabeza. La sonrisa de Dylan creció, pero la escondió al apretar los labios.
—¿Quieres dar una vuelta antes de regresar a la casa de los Bonfield?
Los ojos de la joven se ampliaron en su máxima expresión. Detalló un instante el rostro varonil del chico, de mandíbula cuadrada y marcada por un par de pequeñas cicatrices que solo podía percibir estando más cerca. La de su mejilla derecha acaparaba toda la atención.
Asintió y experimentó un revuelo de emociones en el vientre producto de su intensa mirada.


Capítuo 3 (Parte 2)
 



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