Trescientos años atrás, el ser humano había sumido al mundo en guerras. En cada rincón del planeta se enfrentaban ejércitos, ya fuera por el deseo de expandir sus imperios o por defender sus tierras. Ninguna raza quedó exenta de esa confrontación y todas querían ganar, daban lo que fuera con tal de aplastar al enemigo y lograr su objetivo.
Pero, para algunos, los recursos y las estrategias humanas no parecían suficientes, por eso se valieron de métodos drásticos. Buscaron una fuerza superior que los hiciera invencibles: Le vendieron su alma al diablo a cambio de poder y este se los concedió.
Decenas de demonios salieron de las profundidades del infierno para combatir junto a los ejércitos ganando contiendas. Aniquilaban a todos los enemigos y volvían cenizas los poblados con los que se topaban, devoraban cada una de las almas y se apoderaban de los tesoros. Hicieron victoriosos a los hombres y mujeres que los invocaron, para luego, poner en práctica sus propios objetivos.
Se aliaron con los hechiceros más codiciosos, capaces de traicionar a su propia raza con tal de obtener un poder incalculable. Con ellos crearon a temibles bestias, obligando a los hombres a beber su sangre y luego, haciendo uso de magia negra, les arrancaban el alma sustituyéndola por un espíritu maligno traído del infierno.
Las bestias eran seres maléficos que contenían la fuerza de los demonios, pero sin una gota de inteligencia. No eran capaces de usar sus capacidades por su cuenta, solo dirigidos por un demonio de la guerra. Eran como caballos salvajes, crueles y despiadados, que arrasaban con todo lo que se interpusiera en su camino mientras eran domados por riendas.
Con el tiempo, los demonios terminaron poseyendo grandes legiones de bestias y con ellas se dispusieron a romper la alianza con los humanos. Dejaron de combatir para ellos y comenzaron a hacerlo para sí mismos. Gracias a eso dominaron extensos territorios.
Tomaron el liderazgo del planeta y de la extracción de recursos minerales. El sistema productivo estaba a sus pies, así como la mayoría de las ideologías y de las religiones. Se habían metido tan hondo en la vida de los hombres y mujeres, que se mezclaron con ellos creando una nueva raza de seres repulsivos y a su servicio: los demonios mestizos, mitad demonio y mitad humano.
Parecían tenerlo todo, pero no era una especie unida, pues cada demonio exigía ser el capitán de aquel barco. Pronto surgieron las traiciones y venganzas, buscando acabarse entre ellos y alzar a sus favoritos.
El humano aprovechó la contienda para tomar ventaja y quitarse el yugo que lo oprimía. Trescientos años después, mantenía un débil control sobre las sociedades al lograr reducir a los demonios y casi aniquilar a sus legiones de bestias. Pero aún quedaban sobre la tierra los más fuertes y peligrosos, a quienes parecía imposible eliminar. Por eso inventaron contenerlos en zonas de reclusión para evitar sus ataques, estableciendo con ellos un «acuerdo de paz» que pendía de un hilo.
En la actualidad, era a los humanos a quienes les costaba mantener la unidad. Los egos y la codicia enceguecían a muchos, quienes comenzaron a considerar la posibilidad de establecer una nueva alianza con los demonios, aunque estableciendo acuerdos diferentes al de sus ancestros, para asegurarse la supremacía. Generaron guerras y confrontaciones políticas que no acababan, urdiendo peleas entre potencias por el control de los recursos, de las armas, del dinero y del territorio.
Los demonios disfrutaban de esa división para hundir sus garras muy hondo, corriéndose el riesgo de repetir otra vez la historia, pero esta vez, de forma definitiva. Ellos buscaban subyugar por completo al humano, convirtiéndolo en un siervo débil y sumiso, al que nunca más se le ocurriría rebelarse contra sus amos.
Era momento de enfrentarlos y retomar el camino natural de la vida. Pero, ¿quién se atreverá a hacerlo?
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¿Estás preparado para enfrentar a estos demonios?
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