SÉ MI CHICA | Capítulo 5. Si no aprendes por las buenas, amiguito, lo harás por las malas



—Eres un idiota.
—Otras veces ha funcionado.
—¡Ya no eres infalible!
Eddy gruñó para controlar la furia y no discutir con Leroy mientras ambos subían al auto.
—Me preocupas, Eddy. Últimamente estás actuando de forma muy espontánea —se quejó el moreno.
—Ninguna mujer rechaza un regalo.
—¡Estaba trabajando! —rebatió con enfado— Quizás Patterson le estaba dando más que un whisky.
—No, te equivocas —porfió, metiendo la llave en la ranura, pero no encendió el auto. Se quedó pensativo mirando el estacionamiento desolado—. Esa no era una dama de compañía.
Leroy sonrió con poca gracia.
—Entonces, ¿quién era? ¿La hermanita de Patterson? —alegó eso último en son de burla—. Lo sedujo, pude ver cómo lo hacía. Sabes que ese tipo de mujeres visitan lugares exclusivos en busca de ricachones con quienes pasar una noche. Con eso pagan el alquiler de todo un mes.
—No, esa mujer no estaba allí por sexo, pude notarlo en su mirada —dedujo con su atención perdida en sus pensamientos. Leroy lo observó con incredulidad.
—¿Ahora eres experto en miradas? —se mofó. Eddy resopló con fastidio—. Maldita sea, solo teníamos que tomar unas fotos y ya, ¡pero hiciste que nuestro hombre se fuera!
Eddy quiso seguir la discusión, sin embargo, cerró la boca al descubrir movimientos al otro lado del estacionamiento. Dos sujetos hablaban semiescondidos tras una camioneta de vidrios polarizados, le pareció haber visto que uno de ellos poseía una gorra deportiva algo familiar, el otro estaba vestido de manera elegante.
—No, amigo. Creo que lo empujé a actuar —dijo, haciendo desconcertar a Leroy—. Saca la cámara. La real —exigió y señaló hacia la pareja.
Leroy se impactó al divisar a los hombres.
—¿Ese es Carter? —consultó al reconocerlo, al tiempo que tomaba su mochila ubicada en el asiento trasero para sacar la cámara fotográfica profesional.
—Sí, es él.
—¿Y quién será el otro?
—No sé. Nunca lo había visto —comentó Eddy y observó con recelo a ese otro sujeto. Se trataba de un negro alto de rostro enfadado, que parecía tenso, tratando de convencer a Carter de algo.
—Da igual. Necesitamos esas fotos, pueden ser interesantes —aseguró Leroy con ansiedad y terminando de poner a punto la cámara.
Eddy abrió la puerta del auto.
—Iré por la izquierda. Si te descubren, apareceré de forma sorpresiva para llamar su atención y así huyes.
Leroy asintió y ambos salieron para escurrirse entre los vehículos aparcados en los alrededores y acercarse a la pareja desde distintos flancos, sin que los divisaran. Eddy sonrió satisfecho al ver que su amigo comenzaba a captar las imágenes de la reunión. Ese encuentro imprevisto podría ser importante, sobre todo, si descubrían que el negro tenía relación con alguno de los implicados.
Jimmy Carter le pasaba información privilegiada a Dorian Patterson, el congresista padre de Kevin, sobre los avances que el laboratorio Dopler Pharma hacía de un fármaco citotóxico que podría impedir que las células cancerígenas se dividieran y crecieran. Si fracasaba aquella investigación, las acciones en la bolsa de valores del laboratorio bajarían. Patterson, que trabajaba en la comisión de salud del congreso, esperaba ese hecho para hacerse con la mayoría de las acciones, pues sabía que tras esa investigación se desarrollaba otra más exitosa: creaban un fármaco antidepresivo muy eficaz que llevaría de nuevo el valor de las acciones a las nubes. Luego de ese hecho él podría revenderlas ganando una enorme suma de dinero, cometiendo delito al enriquecerse con el contrabando de información privilegiada. Al parecer, ya lo había hecho en dos oportunidades con otras empresas farmacéuticas, pero nadie había podido reunir pruebas. Eddy y Leroy llevaban una semana siguiéndolo para descubrirlo.
Pero además, Steven Gafroy, su jefe en el diario, se había enterado de que Jimmy Carter no solo trabajaba con congresistas, sino también, con otros políticos y personalidades de renombre, y alguno de ellos pudiera estar inmiscuido en ese mismo delito. Ese negro podría ser un enlace en esa red de corrupción.
Eddy quiso acercarse más para escuchar algo, pero se sobresaltó cuando la puerta de uno de los autos cercanos se abrió. Se agachó girándose para ver quién le había interrumpido la tarea. Quedó de piedra al ver que se trataba de la rubia que había estado con Kevin Patterson en la discoteca, la supuesta dama de compañía.
La mujer se agachó para escurrirse entre los autos y acercarse también a la reunión. No obstante, al toparse con Eddy se detuvo y lo observó con enfadado.
Los ojos oscuros de la mujer fueron como puñales de odio que se clavaron con saña en la anatomía de Eddy. Aquello, además de curiosidad, le produjo una enorme excitación.
Al verse descubierta, ella se incorporó con rapidez y se alisó el corto y ceñido vestido antes de darle la espalda y regresar a la discoteca. Eddy arqueó las cejas con incredulidad, admirando el provocativo contoneo de sus caderas mientras se marchaba. Su pene saltó en su entrepierna, agitado por sus movimientos sinuosos.
—¿Qué pretendías hacer? —masculló inquieto. Era evidente que ella estaba acechando a Jimmy Carter, quizás, en busca de información.
Dio una mirada hacia Leroy, encontrando a su amigo muy concentrado en su tarea. Los sujetos que fotografiaba también se notaban distraídos en su conversación, así que supuso que no se presentaría ningún inconveniente. Se apresuró por alcanzar a la mujer antes de que esta desapareciera.
La detuvo unos metros más adelante, sosteniéndola por la cintura para empujarla hacia unos vehículos y ocultarla de los guardias que flanqueaban la puerta de entrada al establecimiento. La mujer lo observó con sorpresa al verse recostada contra la carrocería de una camioneta de rines altos. Amplió los ojos en su máxima expresión, reflejando confusión y furia.
Eddy se ubicó frente a ella, a escasos centímetros de distancia, sin soltar su cintura, obligándola a colocar sus manos en su pecho para evitar que él se aproximara aún más.
—Hola, pequeña —dijo con una sonrisa llena de seducción—. ¿Se te perdió algo?
Ella lo empujó logrando apartarlo y borrándole la encantadora sonrisa de los labios.
—No me toques.
Esa orden lo estremeció. La rudeza que ella expelía lo ponía duro y ansioso. Abrió los brazos en un gesto de rendición.
—¿Estás molesta conmigo porque te dañé el negocio? Dime qué te ofreció. Sé que puedo superarlo —aseguró, y la repasó de pies a cabeza con hambre.
El cuerpo atlético de aquella mujer le apetecía. Sus brazos se mostraban fuertes, era evidente que hacía mucho ejercicio, y las piernas las tenía tonificadas. Suspiró hondo al imaginarlas envolviéndole el cuello mientras él se degustaba con el placer indómito que ocultaban.
Al regresar su atención al rostro de la mujer, la fuerza sanguinaria que emanaban sus ojos le produjo un intenso dolor en los testículos, que puso aún más endurecido su pene.
—Eres un imbécil. Como lo supuse.
Eddy quiso carcajearse, pero el placer que le produjo aquel trato grosero y burlón le impidió el gesto. Era fanático de las mujeres autoritarias y decididas, capaces de someterlo.
Intentó decir algo más para convencerla de pasar esa noche con él, así se olvidaría de Patterson, pero el sonido de un disparo lo interrumpió. Giro el rostro hacia donde se encontraba Leroy, aterrado por la seguridad de su amigo. Pretendió ir en su búsqueda, pero una ráfaga de disparos lo detuvo.
—¡Al suelo! —gritó la mujer. Eddy sintió que lo tomaban por la espalda y lo tumbaban boca abajo estampándolo contra el piso.
Más disparos resonaron en los alrededores, obligándolo a cubrirse la cabeza y esperar a que pasara. Cuando eso ocurrió, se atrevió a levantar la mirada. Vio a la mujer corriendo hacia la discoteca y a otras piernas andando apresuradas de un lado a otro entre los vehículos.
Escuchó gritos y golpes, pero eso no lo amilanó para ponerse de pie y dirigirse a toda prisa hacia su auto, semiescondido entre los vehículos aparcados. Sintió rabia por haberse dejado llevar por sus instintos, de nuevo, y abandonar a Leroy. Si le hacían daño a su amigo o lo atrapaban, estaba perdido, y no se perdonaría nunca ese error.
Subió a su auto y encendió el motor mientras unos pocos disparos se producían, aunque lejanos. Apretó el ceño al ver a algunos policías vestidos de civil cruzando el estacionamiento hacia el descampado que se hallaba al fondo. Había trabajado mucho tiempo en casos de sucesos sabiendo reconocerlos, así que se agachó para esconderse.
—Maldición —se quejó mientras se debatía entre huir de allí o quedarse y buscar a Leroy. Se sobresaltó cuando se abrió de forma repentina una puerta trasera.
Leroy se lanzó en el interior con su cámara en las manos, ocultándose entre los asientos.
—¡Arranca, imbécil! —ordenó, logrando que Eddy se pusiera enseguida en acción.
Salieron a toda prisa del estacionamiento, viendo como más policías aparecían para servir de apoyo a sus compañeros.
Eddy nunca imaginó que aquel lugar estuviera tapiado de oficiales y apretó la mandíbula con furia, porque le estaban quitando la exclusiva.



Continúa... CAPÍTULO 6.


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