SÉ MI CHICA | Capítulo 9. No olvides ese rostro



April parecía una niña de cinco años rodeada de regalos. Eddy le había llevado un montón de obsequios para ella y para el bebé, que la tenían encantada.
—¡Milton, mira esto! —exclamó al ver el sonajero de colores brillantes que salió de una cajita forrada con papeles metalizados.
—¿Te gusta? —quiso saber Eddy, sonriendo estrafalario. Estaba fascinado al ver lo complacida que estaba la chica con todas las cosas que él había llevado.
—A Peter Andrew le va a encantar.
—¿Peter Andrew? —preguntó confuso.
—Sí, así se va a llamar el bebé —respondió April con fastidio, como si le molestara que le preguntaran lo mismo una y mil veces.
Eddy se recostó en el sillón y arrugó el ceño.
—¿No iba a llamarse Dylan Jacob?
La chica lo observó con los ojos abiertos en su máxima expresión.
—No. Nunca dije que ese sería su nombre definitivo —expresó, ocupada en abrir otro de los regalos.
Eddy sonrió. Peter Andrew era el octavo nombre que recibía el niño en un mes y aún faltaba para su nacimiento, quizás, llegarían otros más antes que él.
Prefirió no incordiarla con ese tema, había ido en busca del perdón de su hija sin tener que hablar del asunto y la estrategia le estaba funcionando, no quería dañar el esfuerzo. Odiaba dar explicaciones y establecer promesas que sabía, nunca cumpliría. Desde que April era una niña, él siempre resolvía las diferencias que podía tener con ella llenándola de obsequios. Así evitaba justificar lo que no tenía justificación.
—Me gustaba Dylan Jacob —comentó reflexivo—, aunque preferiría que lo llamaras Eddy.
—¿Eddy?
—Sí, así se parece a su abuelo. Todo un bombón —dijo orgulloso.
April lo observó con las cejas arqueadas antes de dedicar toda su atención a la evaluación de unos escarpines bordados.
—Prefiero que tenga su propia personalidad —confesó con los ojos puestos en los zapaticos—. O lo llamo Milton Junior, para que sea como su padre: super inteligente.
Aquellas palabras hirieron a Eddy, pero lo disimuló respirando hondo y poniéndose de pie. No le sentó bien que su propia hija prefiriera que su nieto se pareciera a otro y no a él, sin embargo, no tenía derecho a exigirle. Jamás le había dado lo suficiente para que lo eligiera por encima de otros.
—Iré a ver cómo la llevan los chicos con la edición de las fotos —alegó como excusa para marcharse y no volver a ser lastimado. Siempre huía cuando se encontraba en una situación difícil.
April lo miró con tristeza, pero no se atrevió a decirle nada. Sabía que lo había herido. No obstante, no conseguía palabras para disculparse, ni sentía esa necesidad. Si hacía como si aquello no hubiese ocurrido, pronto lo olvidarían y ambos podrían seguir con su relación sin tener que atravesar un momento incómodo.
—¿Cómo va el asunto? —preguntó al entrar en la habitación de las computadoras.
—Hay algunas que pueden servir para el primer artículo —dedujo Milton mientras repasaba las imágenes en la pantalla.
—Habría sacado más si no hubieras desaparecido —se quejó Leroy, expulsando hacia la ventana el humo de su cigarro.
—Ya te dije, quería saber quién era la periodista que está detrás de nuestra exclusiva —rebatió Eddy, pendiente de lo que mostraba el computador.
—Ya veo, ¿por eso terminaste con una patada en las pelotas en un baño de damas?
Eddy gruñó y observó a su compañero con enfado.
—Las mujeres son ariscas.
—Sí, claro, más aún cuando hay acosadores en los alrededores.
Eddy se irguió para enfrentar a su amigo, volvía a sentirse ofendido, pero Leroy en ese momento no le prestaba atención por apagar su cigarro en un matero.
—Esta es la única foto donde sale una rubia en el parque infantil —dijo Milton, interrumpiendo el posible enfrentamiento y señalando a la pantalla.
Eddy olvidó el agravio y se inclinó hacia el computador. Estaba ansioso por saber quién era aquella mujer.
Su corazón le saltó en el pecho al ver la imagen. La mayor parte de la foto la ocupaba el grupo de sujetos a los que seguían, pero en una esquina se encontraba la rubia, de espaldas, inclinada hacia el negro que parecía decirle algo.
Aunque era imposible verle el rostro, su trasero redondo se mostraba apetecible.
—Con esa cara no puedo hacerle un reconocimiento facial —bromeó Milton, observando con atención las curvas de la mujer. De la misma manera en que lo hacía Eddy y Leroy.
—Yo tengo un programa de reconocimiento que sí registra esos rostros —expresó Eddy, relamiéndose los labios. Le resultaba fácil imaginar el placer que podría experimentar al tomar esas atléticas nalgas entre sus manos.
—Si es que ella te deja con pelotas —se mofó Leroy y emitió una carcajada que contagió a Milton.
Eddy les lanzó una mirada rencorosa, pero no continuó la discusión. Regresó su atención a la pantalla para seguir admirando ese magnífico culo, que comenzaba a volverse un delirio.
Recordó la sensación del cuerpo cálido de la chica y las deliciosas curvas de sus senos frotándose contra su pecho. Casi gimió de placer delante de sus compañeros al rememorar el sabor adictivo de su boca y el tacto aterciopelado de su lengua enroscada en la suya, acariciándolo hasta llegarle a la garganta.
Definitivamente tenía que saborearla de nuevo. Iba a encontrarla, así se le fuera la vida en ello.
—¿Ves al negro que está con Kevin Patterson? —preguntó hacia Milton para centrarse de nuevo en el tema que les interesaba y no dejarse llevar por su lujuria.
—Sí.
—¿Es posible hacerle reconocimiento facial?
El chico negó con la cabeza.
—Con las fotos de la discoteca no pude dar con él. No está en mi base de datos.
—Me has dicho que tienes amigos con bases de datos más amplias.
Milton comprimió el rostro en una mueca de incomodidad.
—Sabes que esos favores no son gratis. Ellos se la roban a la policía de Nueva York.
—Pregunta cuánto.
—Tenemos limitado el presupuesto para la investigación —recordó Leroy.
—Solo pregunta cuánto piden —repitió Eddy con molestia hacia su yerno, ignorando el aporte de su amigo.
El chico compartió una mirada fastidiada con Leroy, pero este lo que hizo fue levantarse de su asiento al tiempo que sacaba la cajetilla de cigarros del bolsillo de la camisa.
—Mejor voy por unas cervezas —dijo irritado y salió del cuarto.
El silencio fluyó por un instante mientras Leroy se marchaba.
—¿Lo haces por la investigación o por otra cosa? —exigió Milton al estar solos.
Eddy respiró hondo y se pasó una mano por los cabellos.
—Ella estaba allí para robarnos la exclusiva, pero compartió miradas con ese negro —confesó y señaló al sujeto—. Él está más cerca de nuestros objetivos y podría ser la fuente de ella. Eso nos pone en desventaja. Por eso necesito saber quiénes son, para luego ver de qué manera nos adelantamos.
—Si tú lo dices —respondió el chico y alzó los hombros con indiferencia, al tiempo de que hacía un respaldo de todas las imágenes en su disco duro y en la nube.
—¡Amor, ven a ver los regalos que nos trajo papá! —gritó April desde afuera.
—Ya voy, cariño.
—¡Ven ya! —exigió ella—. ¡No sigas dejándome sola! —reclamó. Eddy y Milton suspiraron al mismo tiempo.
—Está cada vez más intensa —comentó Eddy, rascándose la cabeza.
—No has visto nada aún —aseguró Milton, y se puso de pie para ir con su chica y así calmarla un poco.
Eddy se quedó solo en la habitación con la foto de la rubia reflejada en la pantalla. No podía dejar de admirar su culo. Esa visión le despertó la ansiedad.
Estaba loco por tocar esas nalgas y escuchar sus gemidos. Tuvo que apretar la mandíbula para controlar el deseo, ya que aquello amenazaba con volverse irrefrenable.
Más de lo habitualmente se generaba en él.


Continuar.... CAPÍTULO 10.


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